domingo, 21 de noviembre de 2010

Sin Saber Porqué

Nada más triste que estar triste sin saber porqué.
Hay quienes le llaman depresión, "tristeza profunda sin razón alguna". Dicen que es la enfermedad de nuestro siglo. Les encanta inventar un millón de pastillas para curarla, abundan médicos y licenciados que proponen recetas y soluciones. Y cuánto nos gustaría, de vez en cuándo, sentarnos en un diván y que, luego de un gran desahogo, alguien nos diga lo que nos está pasando y tirara una solución.
Pero no seamos pesimistas, también existe la felicidad descontrolada e irracional, la euforia que sacamos quién sabe de donde. También la apatía. La pereza. Los celos. Podría seguir.
Es verdad que lo negativo vende. Nos hace querer hundirnos en un pozo, tirarnos en nuestra cama y no salir más. Buscar soluciones mágicas, libros de autoayuda, gurús. O en momentos de descontrol nos lleva a la violencia. Pero la verdad es que todas las emociones son algo irracional. Y si escarbamos más, es probable que caigamos a cuentas que la vida misma es un acto de irracionalidad.
¿No será el hecho de que tratemos de encasillar todo en paradigmas, definiciones y teorías lo peor de todo? No, como diría Nietzsche en su ensayo Sobre y Verdad y Mentira, el problema es olvidarse de que las definiciones son artificiales, una simple herramienta para facilitar la vida en este mundo. Creemos que todo puede ser explicado, es más sentimos que todo debe ser definido y lo que escapa a la definición no existe o es locura. Que fácil es decir que estamos todos locos, en vez de aceptar la irracionalidad de las cosas, o mejor dicho, su incapacidad de ser clasificadas de manera totalmente satisfactoria. Si quiero a alguien no lo quiero como mi vecino, si me enojo no me enojo como mi hermano. Cada cual con su mochila, con su manera de ver las cosas. Puede que se parezcan, pero nunca van a ser iguales, y si lo son nunca vamos a ser concientes de ello.
Siento que parte de la tristeza inexplicable y todo lo que viene con ella, deriva de nuestra incapacidad de sentirnos comprendidos y de sacar de nosotros todo lo que tenemos adentro. De vez en cuándo, como niño chico, pataleamos, pegamos y lloramos. En el fondo, no sabemos hablar. Es más fácil pegar el grito que aprender el lenguaje, pero duele más.
¿Será por eso que me fascinan tanto a las religiones, las filosofías locas y al arte en sentido Tolstoiano?¿Porque creo que es la única forma de llegar a La Verdad? O por lo menos de acercarnos a ella...no se trata de pensarla, de descomponerla en pedacitos, sino que de estar ahí...